jueves, 5 de octubre de 2017

En la Taberna están de celebración, pues vuelve Caleórn.




La luz de las antorchas iluminaba con reflejos anaranjados el recinto, mientras un apetitoso asado chisporroteaba en el espetón.

A pesar de que el vino y la cerveza fluía alegremente entre los parroquianos el habitual bullicio del local se hallaba amortiguado, como expectante a algún acontecimiento que hubiera de suceder.
Un recio campesino se acercó a la barra, donde Robustiano, el tabernero del Jabalí Negro atendía las demandas mientras limpiaba algún que otro vaso de barro:

- ¿Aún nada?
- No, nada, pero hoy es el día. Por fin parece que ha acabado algo.
- Vaya, era cierto pues. Andábamos preocupados pues hacía tiempo que no subía nada. El tiempo pasa y la verdad, uno no viene a tu local solo por las viandas.
- Jajaja, lo sé y eso que motivación no le ha faltado, Gertrudis ha hablado varias veces con él pero ni por esas - dijo el tabernero colocando un gran garrote de madera en la barra y en cuyo mango podía verse el nombre de Gertrudis tallado.
- Jarabe de palo, no hay nada mejor - afirmó el campesino alzando su copa.

- ¡Tabernero! Mi señor exige que se comience ya o arrasará con todo - gritó un gañán con pinta de emisario.
- Dile a tu señor que deberá esperar como todo el mundo. Aunque ya sabe que a la primera invita la casa, así que no desesperéis.

El emisario no dijo nada, miró hoscamente al tabernero y al labriego y empezó a echar mano de su daga. El campesino se percató, comenzó a estirar el brazo hacía Gertrudis que aún seguía sobre el mostrador. La tensión aumentó como un globo a punto de explotar y el silencio se hizo ensordecedor hasta que fue roto por un chirriar de poleas mal engrasadas.

Toda la parroquia contuvo el aliento. Detrás de Robustiano, apareció una especie de montacargas que portaba unos pergaminos garabateados e iluminados con lo que parecían una serie de grabados
.
- ¡Ya está aquí, gente! ¡Barra libre para todos, invita la casa!

La multitud estalló en vítores, comenzaron a correr los licores y empezaron a pasarse de unos a otros los pergaminos.
Abajo en la bodega de la taberna, una figura sentada ante un tablero oyó la algarabía. El tablero contenía varios pergaminos aún en blanco, recogidos en una jarra de madera podían verse varios carboncillos y pinceles.

Miró satisfecho hacía arriba, se levantó, cogió la jarra, vació su contenido en el tablero y se dirigió hacía la espita de uno de los toneles. Había llegado el momento de celebrarlo también para él. Estaba en casa.

¿Hace falta decir más? Os mantendré informados. Nos leemos.^^

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